Death Note: los casos reales que sí ocurrieron
¿Y si te dijera que la Death Note sí pasó de verdad?

Mira, yo sé que suena loco. ¿Un cuaderno que mata gente? Obvio, es anime. Pero después de ver algunos casos que se dieron en serio… pues ya no estoy tan seguro de que todo sea pura fantasía. O al menos, no para todos.
Death Note es una historia muy jodida, si lo piensas bien. Un tipo normal, inteligente, que se topa con un cuaderno raro y termina creyéndose Dios. Pero lo que muchos no esperaban era que, afuera del anime, hubiera quienes intentaran hacer algo parecido. No con magia, claro. Pero con intención. Y eso ya cambia todo.
Recordando lo básico: ¿qué era la Death Note?
Por si no lo viste (o lo viste hace años y ya lo tienes medio olvidado), la Death Note es un cuaderno con una regla tan simple como brutal: escribes el nombre de alguien, piensas en su cara… y esa persona muere. Así. Sin más.

Light Yagami, el protagonista, se convierte en una especie de justiciero moderno, matando criminales desde su cuarto como si fuera juez y verdugo. Lo peor es que empieza a gustarle. Se le sube. Cree que está haciendo lo correcto. Aunque, bueno, uno como espectador también duda a veces. Y eso es lo inquietante.
Gente que lo intentó en la vida real. No es broma.
Hubo varios casos (varios de verdad) donde chavos hicieron sus propias “death notes”. Cuadernos reales, con nombres reales. No era fanfiction ni dibujitos de anime en la esquina. Eran listas. Con intenciones muy raras.
Estados Unidos: cuando el juego se salió de control
En Virginia, 2008, un chavo fue cachado con un cuaderno decorado como el del anime. Tenía nombres de compañeros. Profesores también. Y detalles. Cómo iban a morir, a qué hora. Imagínate ser uno de esos nombres.
Obvio, llamaron a la policía. No pasó a más, por suerte, pero la escuela ya estaba temblando. Y no fue un caso aislado. En otras partes —Alabama, Connecticut, y más— se repitió el patrón. Chavitos con cuadernos, escribiendo nombres como si de verdad esperaran un resultado.
Corea del Sur: otro caso que heló la sangre
Un estudiante coreano tenía una Death Note “real”, casi calcada de la del anime. Dentro: nombres de famosos, políticos, hasta de gente del barrio. Fechas, causas de muerte, todo muy ordenado. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, respondió algo como: “Me siento poderoso escribiéndolo”.
Y ahí ya uno no sabe si reírse o preocuparse. Porque ese “sentirse poderoso” es justo lo que le pasaba a Light. ¿Coincidencia? A estas alturas… no lo sé.
Japón también tuvo lo suyo
Aunque parezca irónico, incluso en Japón —donde nació la historia— tuvieron que poner reglas. Algunas escuelas directamente prohibieron que los estudiantes llevaran cuadernos negros. Porque sí, algunos alumnos los usaban para “jugar” a matar compañeros. Nada físico, pero el miedo era real.
Hubo noticias, reportajes, debates entre padres. ¿Era culpa del anime? ¿O simplemente los chicos usaban eso como escape para otras cosas?
¿Ficción? Sí. ¿Pero inocente? Mmm…

Uno puede decir: “Ah, son cosas de adolescentes. No sabían lo que hacían”. Puede ser. Pero algo dejó claro este fenómeno: la historia tocó una fibra muy humana. El deseo de control. El juego con la muerte. El sentir que uno puede castigar el mal… sin consecuencias.
Y eso, en alguien con problemas o rabia acumulada, puede explotar feo. No hace falta un cuaderno mágico. Basta con la idea. Y ya sabemos que las ideas, cuando prenden, pueden ser peligrosas.
¿Es culpa del anime? Yo no lo creo.

Mira, si nos ponemos a culpar al anime, también tendríamos que culpar al cine, los libros, los videojuegos. Y al final, todo depende de cómo lo reciba cada quien. La mayoría ve Death Note y se queda con lo bueno: la tensión, la inteligencia de los personajes, el dilema moral.
Pero siempre habrá uno que se lo toma demasiado en serio. Que cree que puede ser Kira. Que anota nombres de verdad. Y eso no es culpa del guionista.
¿Y si tú tuvieras ese cuaderno?
No te voy a mentir. Yo también me lo pregunté. Y creo que todos los que vimos la serie lo hicimos. ¿Lo usaría? ¿Contra quién? ¿Por qué? Son preguntas jodidas, porque no tienen una respuesta limpia. Nadie quiere ser asesino. Pero la tentación… está ahí.
Y eso es lo que hace que Death Note duela. Porque no nos deja tranquilos. Porque no hay un bueno y un malo. Solo hay decisiones. Consecuencias. Ego. Y una línea muy delgada entre justicia y venganza.
No, la Death Note no existe. Pero casi.
No hay cuadernos mágicos. Pero sí hay personas que creen tener derecho a decidir quién merece vivir. Gente que cruza esa línea sin pensar mucho. Y si Death Note logró algo, fue hacernos mirar eso de frente. Sin adornos.
Al final, lo que más miedo da no es el cuaderno. Es el que lo sostiene con una sonrisa.