“El Eternauta”: el Chernóbil latinoamericano que está conquistando Netflix
Cuando Netflix soltó “El Eternauta”, fue como abrir una caja de memoria colectiva que nadie sabía que necesitaba. En cuestión de días, la historia del cómic argentino de 1957 volvió a respirar, pero esta vez con nieve tóxica en HD y millones de ojos mirándola al mismo tiempo. El impacto fue brutal: cultural, emocional, casi visceral. Pero entre el boom y las ovaciones, surgió la duda incómoda —¿de verdad estamos ante el “Chernóbil latinoamericano”? ¿O nos ganó la nostalgia y un buen eslogan?
Una historia de ciencia ficción… que duele como la realidad

“El Eternauta” cuenta la historia de una nevada mortal que cubre Buenos Aires, dejando solo a un puñado de sobrevivientes que deben organizarse y resistir contra una invasión alienígena. Hasta ahí, podría sonar como cualquier distopía apocalíptica. Pero la diferencia es que esta historia está enraizada en el trauma político argentino, en la memoria colectiva de desapariciones, dictaduras y luchas invisibles.
Lo más fuerte de todo es que “El Eternauta” no fue inventado por un guionista cualquiera: su autor, Héctor Germán Oesterheld, escribió la historieta como una especie de grito camuflado contra los autoritarismos. Y lo pagó carísimo. La dictadura militar lo secuestró en 1977 —a él y a sus cuatro hijas— y nunca más volvió a aparecer. Así, su obra dejó de ser solo ciencia ficción para convertirse en un símbolo de resistencia. Un legado silenciado por décadas que hoy, gracias a Netflix, vuelve a rugir con más fuerza que nunca.
¿Qué la hace comparable con “Chernóbil”?
Cuando se estrenó la miniserie de HBO sobre la catástrofe nuclear soviética, fue un golpe emocional para Europa del Este. Mostraba cómo el silencio institucional, la mentira y la burocracia podían matar más que la radiación. “El Eternauta” logra lo mismo pero desde el sur global, desde el corazón latinoamericano.
La nieve envenenada, los techos como trincheras, el miedo colectivo… son metáforas potentes del terror cotidiano que vivieron generaciones durante los años de plomo. No hay monstruos con tentáculos ni rayos láser; el verdadero enemigo es el miedo organizado, la ocupación sin rostro, la indiferencia estatal.






Una producción con identidad regional
Lo que Netflix hizo bien —y por eso se siente tan poderoso— fue no maquillar la historia para que parezca “universal”. Todo en “El Eternauta” es profundamente argentino: desde el acento porteño hasta el mate que comparten los personajes, pasando por la música, los códigos callejeros, las cartas de truco. No busca gustar a todos: busca ser fiel a lo que somos.
Y eso —curiosamente— es lo que la volvió tan global. Porque cuanto más auténtica es una historia, más profundamente conecta. “Chernóbil” era soviética hasta la médula. “El Eternauta” es un grito bonaerense que retumba en cada país donde hubo represión, olvido o censura.
¿Ficción o verdad disfrazada?
El dilema es válido: ¿realmente estamos ante una obra de ciencia ficción? O, como muchos creen, estamos viendo una fábula política apenas disimulada. En la serie, los “manos” que manipulan a los soldados alienígenas recuerdan a los jefes militares; la ciudad sitiada evoca las noches de toque de queda; los personajes que desaparecen “sin explicación” duelen como las historias reales de los desaparecidos.
Incluso el propio protagonista, Juan Salvo, se transforma en un símbolo del argentino común, ese que no buscaba ser héroe pero fue empujado a resistir, a organizarse, a luchar por los suyos. En ese sentido, “El Eternauta” es más real que muchas biografías. Y ahí está su fuerza.
Entonces… ¿es o no es nuestro “Chernóbil”?
La comparación no es literal, claro. Uno habla de radiación; el otro de nieve mortal. Uno se basa en hechos reales; el otro, en una metáfora explosiva. Pero en el fondo, ambos comparten el mismo combustible: la verdad silenciada, el dolor colectivo, el horror sistemático que se esconde detrás de gobiernos que no dudan en sacrificar personas por poder.
“Chernóbil” nos recordó lo que puede pasar cuando una sociedad deja de hacer preguntas. “El Eternauta” nos recuerda lo que pasa cuando empezamos a resistir. No es una copia. Es su equivalente emocional, histórico, simbólico. Y eso lo hace, si no mejor, al menos más cercano. Más nuestro.

¿Por qué deberías verla ya?
“El Eternauta” no es solo una serie. Es una cápsula de memoria disfrazada de distopía. Y como toda gran obra, incomoda, emociona y —sobre todo— deja huella.