El payaso Zeebo: historia y curiosidades del episodio más aterrador

Si creciste en los 90, probablemente todavía recuerdas ese momento en que un payaso de sonrisa torcida te miraba fijamente desde una pantalla de televisión. Zeebo. Solo escuchar el nombre ya me pone la piel de gallina. No era Pennywise, no era un monstruo de película… era “solo” un personaje de una serie juvenil. Pero vaya que sabía cómo quedarse pegado en tu memoria. Yo lo vi de niño y, lo juro, no quise acercarme a un circo durante años. Esa carcajada, esa mirada congelada, ese pasillo oscuro en el que sabías que él iba a aparecer… ¿Cómo olvidar algo así?
El episodio “The Tale of Laughing in the Dark” de ¿Le temes a la oscuridad? no solo es uno de los más famosos de la serie: es un auténtico clásico del terror televisivo para niños. Pero detrás de Zeebo hay toda una historia, una pequeña leyenda urbana dentro de la cultura pop noventera que sigue viva entre fans. Y, siendo honestos, parte del encanto es que no se trataba de grandes efectos especiales ni sangre explícita… sino de esa atmósfera rara, pegajosa, que te hacía mirar por encima del hombro incluso en tu propia casa.
La leyenda de Zeebo y el episodio que nos marcó

En el universo de ¿Le temes a la oscuridad?, Zeebo era un payaso tramposo, codicioso y, para colmo, bastante cruel. Su historia contaba que en un carnaval de principios del siglo XX, él había robado dinero y terminado atrapado en un incendio. Su fantasma, por supuesto, nunca dejó el parque de diversiones. ¿Resultado? Una presencia burlona que se aparece en el laberinto de espejos para atormentar a quien se atreva a desafiarlo.
De niño, lo que más me inquietaba no era la idea del fantasma, sino el modo en que Zeebo “jugaba” con sus víctimas. No corría hacia ti, no gritaba… simplemente aparecía donde menos lo esperabas, con ese humo raro y su risa metálica. Como espectador, sentías que el episodio te estaba diciendo: “No importa dónde te escondas, él puede estar ahí”. Y eso, en la mente de un niño, es letal. La próxima vez que iba a un parque con casa del terror, todo me recordaba a ese maldito payaso.
“The Tale of Laughing in the Dark” se emitió en 1992 y, aunque era apenas el segundo episodio de la serie, logró algo increíble: establecer el tono del programa y fijar el estándar para todos los capítulos que vinieron después. ¿Cómo? Creando una historia sencilla pero potentísima. Niños explorando, una leyenda local, un reto estúpido (“Atrévete a entrar y robar la nariz del payaso”) y las consecuencias sobrenaturales que seguían.
La genialidad estaba en el equilibrio. No era un susto tras otro; había pausas, momentos en los que pensabas “bah, no va a pasar nada”… y entonces, ¡bam!, Zeebo estaba ahí. Esa estructura de tensión-relajación-tensión es algo que muchas películas de terror modernas han olvidado, y por eso este episodio, con todos sus recursos noventeros, sigue funcionando hoy.
Un escenario más real de lo que parece
Yo lo vi de pequeño, pero volví a verlo de adulto, y lo curioso es que, aunque ya no me asusta como antes, sigue teniendo algo incómodo. Ese decorado barato de feria, esa iluminación amarillenta… lejos de restarle realismo, lo hace más perturbador. Porque parece un lugar que de verdad podrías encontrar en un pueblo pequeño. Y ahí es donde el miedo se cuela: no en lo fantástico, sino en lo posible.
Curiosidades que pocos conocen
Los fans más clavados de la serie hemos discutido durante años pequeños detalles del episodio. Por ejemplo, el actor que interpretó a Zeebo (Bob Martin) nunca volvió a aparecer en la serie. Se dice que querían preservar el misterio y que “quemar” al personaje en otros papeles le habría restado impacto.
Otro dato curioso es que el humo que siempre rodeaba a Zeebo no era un simple efecto para hacerlo “fantasmal”. En la producción, lo usaban también para disimular que el set era muy pequeño y que el pasillo de espejos apenas tenía tres metros. En pantalla, parecía infinito. Y vaya si funcionaba… yo juraba que era un laberinto interminable.
Ah, y esa carcajada… no estaba grabada en vivo. Era un archivo de audio que, según cuenta una ex miembro del equipo, provenía de una cinta de efectos de los años 50. Lo gracioso es que en algunos foros de coleccionistas de audio, esa misma risa aparece como “payaso alegre” (*ja*). Alegre mis narices.
El legado de Zeebo
No exagero si digo que, para muchos, Zeebo fue su primer contacto con el miedo real. Ese miedo que no se va cuando apagas la tele. El personaje trascendió la serie: hay camisetas, fanarts, hasta creepypastas inventando más episodios con él. Y cada cierto tiempo, en redes sociales, reaparecen clips que vuelven a ponerlo en boca de todos.
Es curioso: con tantos villanos más elaborados, Zeebo sigue colándose en listas de “enemigos más aterradores de la TV”. Creo que es porque no estaba sobrecargado de maquillaje digital ni efectos. Era un payaso con historia, con una maldad más “humana”, que lo hacía más cercano y, por lo tanto, más aterrador. Y esa es la clave de por qué todavía hablamos de él más de 30 años después.
Incluso hoy, cuando alguien me pregunta por un momento que definió mi infancia como fan del terror, Zeebo siempre está en mi top 3. Y lo digo sin pena. Ese episodio es como un tatuaje mental: una vez lo viste, no hay vuelta atrás.
No sé si los creadores de ¿Le temes a la oscuridad? sabían que estaban marcando a toda una generación con un payaso de traje viejo y risa enlatada. Pero lo hicieron. Y aunque he visto cientos de películas y series de terror desde entonces, hay algo en Zeebo que sigue siendo especial. Tal vez sea porque me recuerda que el miedo no siempre viene de grandes monstruos o demonios… a veces viene de un rostro pintado, un pasillo de espejos y una risa que no puedes sacar de tu cabeza. Y tú, ¿te atreverías a robarle la nariz a Zeebo?