Kowloon Generic Romance: Crítica completa del anime más frustrante de 2025
Kowloon Generic Romance no es el peor anime de la temporada primavera 2025, para nada. Pero… tampoco es lo que prometía. Y ahí está el problema. Porque lo que empezó con una premisa madura, diferente y hasta intrigante, terminó siendo una experiencia frustrante que deja más preguntas que emociones. ¿La gran tragedia? Que tenía todo para ser uno de esos animes que uno recomienda con pasión. Pero no. Algo se rompió en el camino, y lo que quedó fue una historia atrapada entre ideas interesantes y una ejecución tibia.
¿Qué le pasó a Kowloon Generic Romance?
El arranque pintaba genial. Un anime romántico pero adulto, con personajes en sus treintas, ambientado en una ciudad nostálgica —una especie de eco de la mítica Kowloon Walled City— y con un tono más melancólico que melodramático. Era como si alguien al fin hubiera decidido contar una historia para gente que ya vivió cosas, que sabe lo que es perder y buscarse a sí mismo.

Pero todo eso se fue diluyendo. Y rápido. Episodio tras episodio, lo que parecía un relato íntimo y bien armado se volvió cada vez más confuso. Los personajes, que al principio prometían profundidad, se quedan como atrapados en una especie de limbo narrativo. Y cuando llega el final… pues simplemente no emociona. Ni para bien ni para mal. Es como si el anime hubiera dejado de intentarlo a mitad de camino.
Romance, ciencia ficción, drama… ¿o nada de eso?



Oficialmente, la historia gira en torno a Reiko Kujirai (aunque en realidad es Kujirai A, una copia genérica) y su compañero de trabajo Hajime Kudou. Ellos viven en una ciudad reconstruida que recuerda a la vieja Kowloon, esa maraña urbana caótica de Hong Kong. Pero esta nueva Kowloon #2 está llena de cosas raras, y en el cielo flota una estructura misteriosa llamada Generic Terra. ¿Qué es? ¿Por qué está ahí? Nunca queda claro del todo.
Y mientras tanto, Kujirai A trata de entender quién es, qué siente por Kudou, y qué conexión tiene con Kujirai B —la Reiko original— de la cual supuestamente es un clon. Todo el rollo existencial es potente, sí, pero también denso y mal equilibrado. A veces se siente más como un monólogo filosófico que como una historia viva. Y eso que había material para construir algo verdaderamente conmovedor.
En la práctica, el anime se va alejando del romance y la sci-fi para hundirse en un drama personal con ritmo irregular. Ojo: no está mal querer contar una historia introspectiva. Pero si vas a hacerlo, tienes que dejar que los personajes respiren. Y aquí, muchas veces, ni siquiera les dan tiempo.
Todo se explica, nada se muestra
Uno de los grandes pecados de Kowloon Generic Romance es que no confía en el espectador. En lugar de dejar que las cosas se revelen a través de la acción o los silencios, opta por soltar bloques y bloques de exposición. Literalmente hay escenas donde los personajes se detienen a explicar sus emociones como si estuvieran leyendo un informe. ¿Dónde quedó el “mostrar, no contar”?

Además, Kujirai A no investiga nada por su cuenta. Siempre es otro personaje el que le dice “oye, ¿sabías que tú en realidad…?”, y ella se limita a reaccionar. Solo hacia el final intenta tomar el control de su historia, pero para entonces ya es demasiado tarde.
La ambientación sci-fi es puro decorado
El elemento futurista, que podría haberle dado una personalidad más fuerte, queda completamente relegado. Generic Terra está ahí, flotando, misteriosa… pero nadie la cuestiona realmente. Ni siquiera el espectador. Se siente más como un símbolo vago que como una pieza viva del mundo narrativo.

Y si el drama emocional hubiera sido potente, tal vez eso no importaría. Pero al no tener un desarrollo sólido de personajes ni una trama que enganche, la ausencia de una sci-fi concreta se vuelve otro punto débil. Es como si el anime no se decidiera por qué quiere ser.
¿Qué pasó con el romance?
Te lo venden como una historia de amor —difícil, madura, con capas— pero la relación entre Kujirai y Kudou se diluye rápido. Pasan de ser el eje a convertirse en un subplot. La química existe, sí, pero se queda en potencial. Y cuando al fin hay algún avance, parece forzado. A veces da la sensación de que falta medio anime entre escena y escena.

Y eso sin haber leído el manga, que probablemente expande mucho más. Pero incluso sin compararlo, se nota que hubo cortes y recortes para meter todo en 13 episodios. Lo que quedó fue un resumen con momentos desconectados que no logran tocarte como deberían.
Visualmente, no hay magia
No es que uno espere la animación de Demon Slayer, pero Kowloon Generic Romance tampoco logra una identidad visual que lo salve. Hay escenas bonitas, sí —algunas con atmósfera y buen uso del color— pero en general, todo es plano. La dirección no se arriesga. Los encuadres son funcionales. La acción es mínima. La ciudad no cobra vida, y eso es un crimen en un anime que lleva su nombre.
No digo que Arvo Animation haya hecho un mal trabajo técnico, pero sí uno tímido. Y cuando el resto de la serie necesita apoyo visual para transmitir emociones que el guion no logra, eso pesa.
El elenco no alcanza a brillar
Los personajes secundarios tienen carisma. Kudou es interesante, aunque un tanto cerrado. Kujirai A tiene momentos de vulnerabilidad que conectan. Incluso figuras como Hebinuma o Yulong suman color. Pero al final… ninguno termina de evolucionar. Se sienten como versiones beta de personajes más completos que nunca vimos.

Y otra vez: no es que falte intención. Lo que falta es desarrollo. Falta espacio. Falta dirección clara. Y eso hace que, aunque te caigan bien, no los recuerdes con cariño una vez termina la serie.
¿Vale la pena verla?
Depende. Si te gustan los animes lentos, existenciales y que juegan con la identidad y la memoria, podrías encontrar cosas valiosas. Si te va la estética de ciudad retro-futurista, hay imágenes y atmósferas que valen la pena. Pero si esperas una historia sólida, con personajes que toman decisiones y emociones que te atraviesan… vas a salir decepcionado.
Kowloon Generic Romance quiere ser muchas cosas, pero no termina de ser ninguna. Y eso es lo que más duele: que estuvo tan cerca de ser grande, pero no se atrevió a llegar.