¿Quién tuvo la Death Note después de Light Yagami?

Cuando Light Yagami murió al final de Death Note, todo pareció cerrarse. Ryuk escribió su nombre. La libreta cayó en silencio. La historia terminó… o eso creímos. Pero si conoces bien a Ryuk, sabes que eso no es así de simple. El tipo no soporta aburrirse. Y si algo aprendimos, es que la Death Note no desaparece. Solo espera.
Así que hoy vamos a responder esa pregunta que tantos fans se han hecho: ¿quién encontró la Death Note después de Light? Spoiler: no fue un nuevo Kira. Fue algo mucho más raro.
Ryuk no desaparece: la Death Note sigue su camino

Después de Light, ¿qué hizo Ryuk?
Una vez muerto Light, Ryuk se despide sin mucho drama. “Yo seré el que escriba tu nombre”, le había dicho, y lo cumple. Pero no vuelve a su mundo para quedarse. Pasa el tiempo. La humanidad sigue su curso. Y Ryuk, fiel a su naturaleza curiosa, decide lanzar otra vez la libreta a la Tierra.
Esto lo sabemos gracias a un one-shot especial publicado en 2008 por los creadores originales. Es una historia breve, pero potente. En ella vemos que Ryuk, simplemente porque está aburrido (sí, otra vez), decide comenzar un nuevo “juego”. ¿El objetivo? Ver qué hace otro humano con la Death Note.
La libreta cae en nuevas manos
Y así aparece Minoru Tanaka, un estudiante japonés como cualquier otro… al menos al principio. Nada en él grita “genio del crimen” o “justiciero oscuro”. Pero esa es justo la gracia. Ryuk no busca perfiles específicos. Solo quiere divertirse. Y Minoru, de forma inesperada, se convierte en el nuevo portador de la Death Note.
Minoru Tanaka: el humano que no escribió ningún nombre

Un plan brillante sin una sola muerte
Minoru no cae en la tentación de usar la libreta para matar. No intenta ser un nuevo Kira. Lo suyo va por otro lado. De hecho, hace algo completamente distinto: pone la Death Note en venta por internet. Sí, tal cual. La subasta como si fuera una obra de arte o un objeto maldito coleccionable. El mundo, por supuesto, se vuelve loco.
Usando el alias “A-Kira”, organiza una subasta anónima y global. Gobiernos, corporaciones, millonarios sin escrúpulos… todos quieren esa libreta. El precio sube. Nadie sabe si es real, pero el rumor ya está fuera. Y eso basta para sembrar el caos.
El poder del miedo: no hace falta usarla
Lo más fascinante es que Minoru no escribe ni un solo nombre. Solo deja que el mundo crea que alguien la tiene y que puede usarla. Y eso basta para desatar paranoia. Lo que demuestra que, a veces, el miedo al poder es más poderoso que el poder mismo.
Minoru acaba ganando miles de millones. Un “robo perfecto”, sin sangre, sin huellas. Pero… claro, es Death Note. Nada sale tan limpio.
El nuevo castigo: vender también tiene consecuencias

Cuando Minoru cree que ya ganó, Ryuk le suelta la bomba: el Rey Shinigami ha puesto una nueva regla. Todo humano que venda una Death Note morirá en cuanto reciba el dinero. Y adivina qué… Minoru ya lo había recibido.
Así que sí, muere. No hay batalla final. No hay lágrimas. Solo cae. Silencio. Como si la libreta no permitiera salidas fáciles. Todos pagan un precio, incluso si no la usaron para matar.
Y Ryuk… ni triste ni feliz. Recupera la Death Note. Mira al cielo. Tal vez se ríe. O tal vez ya está pensando en quién será el próximo. Porque lo que realmente le divierte no es ver morir, sino ver cómo reaccionamos ante el poder.
¿Quién encontró la Death Note después de Light? ¿Y qué nos dice eso?
Una historia que nunca se detiene
La respuesta corta es clara: Minoru Tanaka. Pero la larga es más interesante. Lo importante no es quién la encontró, sino qué hizo con ella. Porque ahí es donde está el verdadero mensaje de Death Note.
Light usó la libreta como un dios. Minoru, como un capitalista frío. Y ambos terminaron igual. Porque la Death Note es una trampa envuelta en promesas. Da poder, sí. Pero a un precio que casi nadie ve venir.
¿La próxima víctima?
Ryuk sigue ahí. El mundo sigue girando. Y en algún lugar, puede que la libreta vuelva a caer. Porque siempre hay alguien curioso. Siempre hay alguien que cree que puede vencer las reglas. ¿Y si la próxima vez es en tu ciudad? ¿En tu escuela? ¿En tu casa?
Vas por la calle. Una libreta negra en el suelo. Letras raras en la tapa. La abres. Ves las reglas. Nadie te ve. Nadie lo sabrá. ¿La usarías?