¿Son reales los titanes? Mitos que inspiraron Shingeki no Kyojin

¿Y si te dijera que los titanes de Shingeki no Kyojin no salieron totalmente de la cabeza de Isayama? Que tienen raíces, no en la ciencia ficción ni en algún laboratorio raro… sino en mitos antiguos, de esos que llevan siglos girando entre historias, religiones y leyendas. Suena loco, pero cuando empiezas a tirar del hilo, descubres cosas que te dejan con la piel erizada.
¿Titán… no era una palabra mitológica?

De entrada, sí. El término «titán» no lo inventó el anime. Ya los griegos, hace miles de años, hablaban de los Titanes: seres gigantescos, precursores de los dioses del Olimpo, que representaban fuerzas salvajes del universo. Cronos, el líder, era el papá de Zeus, y terminó tragándose a sus propios hijos por miedo a que lo derrocaran. Un temazo, ¿no?
Y si lo piensas bien, ese rollo de ciclos de violencia, hijos que se rebelan contra sus padres, destrucción y poder descontrolado… es justo el núcleo de Attack on Titan. No es copia, ojo, pero sí hay inspiración. Esa sensación de “algo viejo y terrible viene por nosotros” está en ambos mundos.
Gigantes por todos lados: no solo en Grecia




No fueron los únicos. En la mitología nórdica, por ejemplo, están los Jötnar —gigantes de escarcha— que pelean contra los dioses del Valhalla y protagonizan el apocalipsis conocido como Ragnarok. Muchos fans creen que hay un eco clarísimo entre ese destino inevitable y el ambiente de fatalidad constante en Shingeki. ¿Casualidad? No lo creo.
Y espérate, que en la Biblia también aparecen unos seres bien raros: los Nephilim. Según algunos textos, eran gigantes nacidos de la unión entre “hijos de Dios” y mujeres humanas. Fueron considerados abominaciones, y su existencia estaba asociada con la decadencia del mundo. ¿Te suena eso de que los titanes son castigo o símbolo del pecado humano? Ahí lo tienes.
Isayama y su mezcla de referencias oscuras

Lo fascinante de todo esto es que Isayama no se limitó a “copiar” una sola fuente. El tipo agarró pedacitos de muchas mitologías, los masticó y los vomitó en una historia brutal, compleja y llena de metáforas. O sea, no vas a ver un titán idéntico a Cronos o a un Nephilim, pero el espíritu, la esencia… está ahí, latiendo en cada escena donde los muros tiemblan.
Incluso el diseño físico de los titanes tiene ese aire de pesadilla antigua. Son desnudos, grotescos, con sonrisas fijas que no parecen humanas. No son solo monstruos: son traumas hechos carne. Como si cada uno llevara impreso el miedo colectivo de siglos.
Eren como figura mitológica moderna
Y luego está Eren. Qué personaje más complicado. Empezó siendo el chico que gritaba por libertad y terminó… bueno, siendo algo mucho más grande. Hay quienes lo comparan con Prometeo —el que robó el fuego a los dioses— o incluso con Lucifer, el rebelde. No por maldad, sino porque desafía las reglas del mundo por algo que cree justo, aunque el precio sea altísimo.
En cierto punto, Eren se convierte en algo más que humano. Se funde con la historia misma, se vuelve símbolo, mito… un nuevo titán ancestral para las generaciones futuras. Triste, trágico, pero también inevitable. Como si estuviera escrito desde siempre.
Entonces… ¿eran reales los titanes o no?

Bueno, no vamos a encontrar restos de titanes de 20 metros en ningún museo. Pero eso no significa que no hayan sido “reales” en otro sentido. Están en nuestras historias, en las culturas, en los miedos que nos vienen desde que vivíamos en cuevas. El ser humano lleva siglos imaginando criaturas enormes que nos aplastan… porque a veces, la vida misma ya se siente así.
Así que sí, los titanes existieron. No en el mundo físico, pero sí en el alma humana. Y por eso Shingeki no Kyojin conecta tanto: porque toca un nervio profundo que va más allá del anime, más allá de los muros o los colosos. Habla de nosotros. De lo que tememos. De lo que podríamos llegar a ser.
Y eso es lo más escalofriante de todo.